"El último organito" es un popular tango compuesto por Homero Manzi y su hijo Acho en 1948. Ha sido interpretado por diversos artistas, entre los que se destacan Edmundo Rivero, María de la Fuente, Roberto Goyeneche, Caracol Paviotti, Joan Manuel Serrat y la orquesta de Francisco Canaro junto a Alberto Arenas.
Su letra habla sobre los emblemas del barrio y los suburbios; el compadrito encarnado en el organito, símbolo de una sociedad que se va transformando pero que se muestra nostálgica y resiste el progreso, de la muerte, de la mujer amada y la amistad. También ha sido interpretada como un homenaje al poeta paranaense Evaristo Carriego, a quien menciona en una de sus estrofas.
En este tango cada una de las imágenes sabiamente delineadas por su letra, conmueve. Dice Roberto Ruggiero: “Influido claramente por Troilo, Acho Manzi es un exponente de la Nueva Guardia de los 50. Describe un Buenos Aires de calles de barro, presumiblemente situadas en Pompeya, que en franca retirada le cedía el paso a la modernidad. El transistor derrotaba a la manivela del organillero.
Cuenta Neike, milonguero viejo, que es imposible saber las emociones que producen en cada uno de los lectores, la poesía y los recuerdos de determinados hechos o vivencias y que en su caso personal, el organito le trae una extraña melancolía, un cúmulo de sensaciones de lejanía, de barrios de casas bajas, barro, “luces mortecinas”, vecinas cosiendo en ventanales y vivencias de tiempos pasados, sumidos al recuerdo.
Leemos a los historiadores con descripciones completas de el organito, sus inicios, sus formas, sus fabricantes.., pero hay más, ese “algo” que nos llega al corazón y que nos hace pensar, que aún en agonía, podríamos rememorar su melodía simple, primaria casi elemental, pero que supo tallar el alma.
Ese viejo organito que cargó el tango a cuestas, sacándolo de sus oscuros reductos, para llevarlo al barrio, a la vecina que renegaba de él y que termina enamorándose, cuando aún la radio no soñaba ser gestada. Pero el tango no olvida a quien lo quiere y sus músicos, poetas y letristas supieron cantarle, para que su recuerdo esté siempre vivo, con su musiquita, sus cotorritas, sus caballos y monitos y aunque el tiempo vuele, ese recuerdo vivirá siempre en muchos corazones.
En el tango "El último organito", Homero no evoca a una amada, a la barra, o al amigo, sino a un objeto: “el organito, un simple objeto que cumple el papel de conjuro, una especie de sortilegio donde al mencionarlo se convocan antiguos recuerdos, con vecinos, con la que abría las persianas cansándose de amar, con el caballo blanco, con el rengo y el monito y, en definitiva, con el alma del suburbio”.
Es un tango claramente elegíaco con una poesía evocativa, nostálgica pero también algo triste. Sin embargo uno se solaza en esa tristeza por la altura de su decir.
EL ÚLTIMO ORGANITO - Tango 1949
Música: Acho Manzi
Letra: Homero Manzi
Las ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco y un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos apagados elegirá la esquina
donde se mezclan luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.
Tendrá una caja blanca el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las novias encerradas
abriendo las persianas detrás de su canción,
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.
Roberto Goyeneche lo grabó en 1989
acompañado de Néstor Marconi.
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