"La última curda" es una obra de Cátulo Castillo con música de Aníbal Troilo “Pichuco”, data de 1956 y muestra la impronta de un poeta único (una figura que merece un tratamiento más extenso, o sea, será el tema central de otra velada).
El tango y sus malevos, sus Malenas, su origen infame… las eternas despedidas, los aullidos desesperados, la tristeza, el desengaño… tan porteño y al mismo tiempo tan universal. Algunos lo veneramos al punto de pasar horas embriagados entre sus melodías que estremecen y sus letras que laceran. El lenguaje con el que se expresa nos lleva a rincones oscuros, suburbios del alma donde acechan desventuras pretéritas. Bien, toda esta introducción tiene por objetivo relatarles la historia de “La última curda”, que precisamente es el fruto de una buena borrachera. Según Edmundo Rivero la canción nació cierta noche de verano, entre botellas de whisky y charlas, en un balcón cercano a la avenida Corrientes donde Pichuco y Cátulo Castillo le fueron dando forma. Finalizada la tarea y ya prácticamente sobrios una serie de aplausos les hizo advertir bajo el balcón a una multitud observándolos. Dijo Rivero: “Tuvimos que acceder al pedido de hacer el tango entero desde el balcón, a puro fuelle y cantor”.
Sergio Pujol en su libro Canciones argentinas (1910-2010) nos cuenta también sobre este tango:
"...He aquí un hombre solo y descreído. ¿A quién hablarle sino al fueye? Sólo el bandoneón aparece como remitente de tanta desazón. Sólo ese amigo es capaz de entender, para entonces decir lo que nadie se atreve ("Ya sé...No me digás/ ¡tenés razón!"), de ponerle sonidos a los recuerdos, ya callados, del borracho.
Es cierto que ninguna canción sobre las tristezas del bebedor solitario resulta tan poderosa y significativa como "La última curda". Pero también se me ocurre que este tango existencialista es un homenaje al género de la canción porteña en su conjunto. Un homenaje que puede entenderse como un adiós: el final del ciclo del tango canción, como piensa Gustavo Varela. ¿Tenemos entonces una última curda o un último tango? ¿Se vale el poeta de una metáfora pesada para decretar un cierre histórico? En definitiva, no creo que sea casual que un poeta como Cátulo Castillo, que fue compositor antes de convertirse en poeta, haya imaginado al bandoneón como personaje de la que posiblemente es su mejor letra. De las entrañas del bandoneón surgió una música evocadora y reminiscente, capaz de emocionar porque llega a los sentimientos más hondos, sacando a la superficie aquello que, en la sobriedad del día, se ha querido superar. Tango, bandoneón y borrachera constituyen así un pivote de la noche porteña, una alianza de mucho peso en el imaginario urbano.
"La última curda fue grabada por el "Polaco" Goyeneche en diferentes ocasiones entre las que recuerdo la de 1962, acompañado del dúo Troilo-Grela; otra en 1963, esta vez acompañado por la orquesta del "Pichuco"; en 1966 la grabó junto a la orquesta de Armando Pontier; en 1983 fue Astor Piazzolla quien lo acompañó. Ya en la siguiente década la grabó en 1993 junto a al sexteto de Carlos Bueno y por último en el 94 junto a Juanjo Domínguez y Néstor Marconi con quien grabaría una versión cinematográfica, digna de resaltar, para la película "Sur" en la que también participaban Raul Luzzi en guitarra, Carlos Gaivironsky en violín y Humberto Ridolfi en contrabajo. La película fue filmada en 1988, y según el testimonio de su director Pino Solanas:
“Sur nos recuerda aquellos argentinos que en la película he llamado los de “la mesa de los sueños”. De ellos aprendí. A ellos les agradezco. Ellos, más allá de sus convicciones políticas, nos dejaron como herencia una obra y un compromiso. Fueron los que quisieron realizar “La utopía de los hombres libres del Sur”. Ese fue el sueño de los sueños. Ojala lo siga siendo. Sur nos habla del reencuentro y de la amistad. Es el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el rencor, de la libertad sobre la opresión, del deseo sobre el temor. Por eso es la historia de un regreso. También quiero decirles que Sur, es un homenaje a todos los que, como mi personaje tartamudo, supieron decir no. Fueron los que mantuvieron la dignidad. Ellos dijeron no a la injusticia, a la opresión, a la entrega del país.”
LA ÚLTIMA CURDA - Tango 1956
Música: Aníbal Troilo
Letra: Cátulo Castillo
Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
Mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
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