Francisco García Jiménez, autor de la letra de "Siga el corso", contaba que este tango se había estrenado en los bailes del Carnaval de 1926 organizados por el Club Eslava, en los que actuaban dos orquestas: la típica, conducida por Anselmo Aieta, autor de la música y la de jazz, dirigida por Frederickson. La pista era en los altos de la Confitería L’Aiglón, de la calle Florida. La partitura estaba dedicada “al distinguido doctor Adrián Fernández, afectuosamente”.
Lo grabó Carlos Gardel en cuatro oportunidades, entre 1926 y 1928, siempre con las guitarras de Ricardo y Barbieri. Ignacio Corsini lo había grabado, también para la Odeón, en 1926. No se sabe la fecha exacta, aunque a juzgar por la numeración de las matrices lo había hecho antes que Gardel.
Este es uno de los tangos que más me conmueven, de claro contenido dramático tras el tono festivo, ya que, de alguna manera, pone en evidencia el juego de seducción, la danza plena de avances y retrocesos que supone la comedia humana cuando de amores se trata (hoy lo llaman histeriqueo)
Así, en el desfile interminable de situaciones ambiguas que supone el corso que de alguna manera es la vida, se suceden personajes como la dama de organdí; la Colombina que exhibe en sus ojos las huellas del fuego pasional que arde en su corazón; la Marquesa que por un momento desciende al nivel del pueblo y muestra, un tanto obscena, riendo a carcajadas, unos labios con un carmín tan fuerte que tan sólo puede provenir del rostro de un payaso. Mañana volverá al boato, al protocolo, y una vez más será inaccesible para “los mortales”, hasta las próximas carnestolendas. Me hace recordar a la canción de Serrat: “vamos subiendo la cuesta, que arriba mi calle se viste de fiesta... Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por un momento se olvidó, que cada uno es cada cual”
Y el solitario, que en medio del descontrol, cree descubrir entre el gentío, al amor de su vida, que una vez más se perderá, inexorablemente, entre la multitud... Cuando por fin pasen los festejos, la historia volverá a repetirse, y cada vez el amor pasará, con distintos disfraces, frente a sus ojos ansiosos... Nada es lo que parece ser... el Carnaval no es sino una versión exagerada y rumbosa de la Vida... Es por esto que en el final del estribillo, el protagonista ruega:
No finjas más la voz, abajo el antifaz,
sus ojos por el corso van buscando mi ansiedad...
Descúbrete, por fin; tu risa me hace mal...
¡Detrás de tus desvíos todo el año es Carnaval!
Por Angel Mario en el foro "Tangueros".
SIGA EL CORSO - Tango 1926
Música: Anselmo Aieta
Letra: Francisco García Jiménez
Esa Colombina
puso en sus ojeras
humo de la hoguera
de su corazón...
Aquella marquesa
de la risa loca
se pintó la boca
por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
la serpentina
nerviosa y fina;
como un pintoresco broche
sobre la noche
del Carnaval.
Decime quién sos vos,
decime dónde vas,
alegre mascarita
qué me gritas al pasar:
"-¿Qué hacés? ¿Me conocés?
Adiós... Adiós... Adiós...
¡Yo soy la misteriosa
mujercita que buscás!"
-¡Sacate el antifaz!
¡Te quiero conocer!
Tus ojos, por el corso,
van buscando mi ansiedad.
¡Tu risa me hace mal!
Mostrate como sos.
¡Detrás de tus desvíos,
¡Todo el año es Carnaval!
Con sonora burla
truena la corneta
de una pizpireta
dama de organdí.
Y entre grito y risa,
linda maragata,
jura que la mata
la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles
pasan los fieles
del dios jocundo
y le va prendiendo al mundo
sus cascabeles el Carnaval.
Roberto Goyenche lo grabó con Horacio Salgán en septiembre de 1953.
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