sábado, 2 de marzo de 2024

38 - ESE MUCHACHO: TROILO

Ni Carlos Gardel ha tenido tantos tangos a él dedicados. Y es con ellos y con sus grabaciones, reflejos siempre vivos de la admiración que despertaba, que Aníbal Troilo le ganó al tiempo, ese “enemigo inexorable” del que solía hablar, con un rictus de tristeza en la comisura de los labios. Están los temas únicamente orquestales, como “Con T de Troilo”, una obra estupenda de Jorge Caldara grabado el 8 de junio de 1959, “Pichuqueando”, del bandoneonista Domingo Mattio, que la misma orquesta del Gordo registró el 13 de abril de 1966, y el tríptico piazzolliano englobado en la “Suite Troileana” bajo los títulos de “Bandoneón”, “Zita” y “Escolaso”.


Pero también están los que llevan letras, a partir de “El Gordo Triste”, sobre versos de Horacio Ferrer a los que puso música Astor Piazzolla, que lo llevó al disco con el Noneto y la voz de Amelita Baltar. Hay también una versión estremecedora del Polaco Goyeneche. Para llegar al tiempo de hoy, con el reciente “Angelito Gordo” de Javier Sánchez, incluido por Ariel Ardit en su CD “Aníbal Troilo 100 Años”.


-Troilo se presentaba todas las noches con Roberto Grela , el cuarteto y el cantor Tito Reyes en Caño 14. Un día Zita, su esposa, le preguntó: “Pichu, ¿para qué seguir con este trajín masacrante de tocar y tocar, si no tenemos necesidad económica?” La respuesta de Pichuco fue contundente: “¿Y cómo querés que coman Tito Reyes y sus cuatro hijos? Si yo largo, tampoco él trabaja”.


-Creo que lo contó Atilio Stampone. Cuando "Caño 14" estaba a punto de inaugurarse, en un sótano de calle Talcahuano, Pichuco participó de todas las preocupaciones y las dudas que la iniciativa planteaba al grupo de socios, entre los que figuraba el ex futbolista Rinaldo Martino, alias “Mamucho”. Y fue Troilo el que tiró el nombre: “Total, si las cosas andan mal, nos vamos todos a los caños”.


Pero la radiografía más elocuente de su personalidad está en “Ese Muchacho: Troilo” que, sobre notas de Armando Pontier, escribió Homero Expósito, sin ninguna duda el más original, importante y representativo de los poetas del tango. Toda la letra es una metáfora oprimente que presenta con una elocuencia elegíaca a una persona que tuvo la majestuosa virtud de ser un hombre complicado y simple a la vez, de vivir en plenitud toda la dimensión de su ternura y de su sufrimiento.


Y así emerge, con música del genio del violín, Enrique Mario Francini,  “Ese muchacho: Troilo”. De la retórica poética de Homero Expósito y de las anécdotas que se adaptan a la perfección a una personalidad que, al margen de su arte, dejó un sello imborrable en todos aquéllos que lo quisimos con fraterno fervor.


-Cuando Alfredo Gobbi murió sus amigos supieron que su famoso violín le había sido secuestrado por el dueño del inmundo peringundín del Bajo donde pasó sus últimos meses, porque no había pagado las cuentas. Reclamaba 10.000 pesos para devolverlo. El poeta Julio Camilloni se puso entonces en campaña para conseguir el dinero y sumó casi la mitad. Cuando Troilo se enteró se puso hecho una furia. Lo llamó a Camilloni y le dijo: “¿Por qué no me avisaste enseguida? Esta noche nos vemos en La La Paz (NDR: la famosa confitería de Corrientes y Montevideo) y te entrego los 5.000 restantes”.


-Troilo charlaba en la mesa de un bar con Homero Expósito que, como siempre, andaba seco. Se les acercó un pibe mal entrazado, que dirigiéndose a Pichuco le dijo: “Mi mamá me dijo que antes de volver a casa hablase con Usted”. El Gordó se limitó a responder: “Sí”. Puso la mano derecha en el bolsillo y sacó un billete de 5.000 pesos. Se lo entregó al chico tras acariciarle la cabecita. Como toda explicación le dijo a Homero: “La cuenta pagala vos”. Se levantó, saludó y se fue. El poeta confesaría después: “Por suerte era un muerto que pesaba poco, y así se fueron los últimos 200 pesos que me quedaban”.


-Evitaba con bastante frecuencia a los periodistas, porque estaba convencido que eran pocos los que sabían de tango y le preguntaban siempre las mismas pelotudeces. Uno le tiró la consabida estupidez: “¿Usted se cree que es Buenos Aires?”-. Y Pichuco, sonriente y con bonhomía, le contestó: “Pero, pibe, qué voy a ser Buenos Aires. Yo quisiera ser apenas media calle de un barrio cualquiera de esta maravillosa ciudad”.


-Con Alfredo Gobbi, su amigo desde la adolescencia, Troilo aprendió sus primeras gimnasias eróticas en los quilombos de Mataderos. A comienzos de los años 30, ambos se sumaron a una agrupación que dirigía Osvaldo Pugliese pero que duró poco. Terminaban de tocar antes de la madrugada y volvían a sus casas no antes de las 10 de la mañana. Un día, el padre de Gobbi fue a verlo a Pugliese: “Osvaldo, decile a Alfredo que tanto él como ese gordito que toca el bandoneón vuelvan a casa un poco más temprano, ya van a tener tiempos para andar en los prostíbulos”.


-Lo contó el cantor Angel Cárdenas, que en la orquesta de Troilo formó pareja con Roberto Goyeneche entre 1956 y 1960: “A Pichuco le encantaba cocinar, su especialidad eran los tallarines con tuco, pero a éste le ponía adentro el país entero, o sea whisky, hongos, coñac, morroncitos picantes, todo lo que tenía a la mano, te comías los tallarines con tuco y de su casa salías en pedo”.


-La anécdota la contó la periodista uruguaya María Esther Gilio, tras una azarosa entrevista. Y la reveló Zita: “Había grabado toda la mañana, estaba contento y con amigos y algunos de la orquesta vinieron a comer a casa, cuando terminaron se fueron a un bar de enfrente a tomar un café, pero se se habían bajado varias botellas y fue entonces que Roberto Rufino se puso a cantar. Llegó la cana y se los llevó a todos a la Seccional 13. Ya en el Departamento de Policía, el Gordo agarró a Paco de un brazo y le preguntó a Paco: “¿A quien venimos a sacar?”. “A nadie, los presos somos nosotros”, le contestó Paco Di Paola, el “llevador” de su bandoneón.


-De esa misma entrevista concedida a la periodista Gilio en 1974, pocos meses antes de su fallecimiento. Estaba amaneciendo y Pichuco le dijo “Estoy cansado”, para agregar: “Tengo unas ganas de morirme que no puedo más”. Sorprendida, la interlocutora le confesó que no esperaba semejante confesión y le preguntó si tenía miedo a envejecer. Troilo le contestó: “No, para nada, si yo ya estoy loco de viejo”. Tenía apenas 62 años.


-Solía decir que “Pichuco fue siempre el peor enemigo de Aníbal Troilo”Y cuando le preguntaron cómo se había portado con el mundo contestó: “Mal, fue las veces que me me porté mal con Troilo”.


-Su máxima y única pasión fue la música, o sea el tango. Y, pese a la abierta militancia política de sus amigos Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi y Cátulo Castillo, no tuvo nexos firmes con el peronismo. Eso sí, si Perón lo visitaba en un local donde estaba actuando lo recibía tocando con su orquesta “El Entrerriano”, que era el tango preferido del General.


-No hacía distinciones políticas cuando alguien, sobre todo si era de la noche, le acercaba su diestra y su amistad. Tal el caso del mítico Cholo Peco, “trompa” de la poderosa Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (SDDRA) y, sobre todo, estrecho amigo del teniente general Alejandro Agustín Lanusse. Cuando éste en 1971 se vio obligado a encauzar al país hacia comicios sin restricciones (pero dejando el pie el veto a Perón), lo convocó a Peco como su consejero detrás del trono. Y como Lanusse era gran admirador de Pichuco, el encuentro (repetido) tuvo lugar más de una vez. Una demostración más de la grandeza de espíritu del Gordo.


-En una de las charlas que mantuvo con quien esto escribe surgió el tema de la política. Y Pichuco me dijo: “Cuando me hablan mal de Perón yo no entiendo más nada, si le hizo bien a tanta gente, ¿cómo es posible que en ciertas personas haya llegado a despertar tanto odio?”


-Fue en un salón de Diagonal Norte, ubicado en un subsuelo, del que no recuerdo el nombre. Allí Troilo tocaba con la orquesta. Era el sábado de la vigilia de Pascua. Yo estaba sentado en una mesa lateral con Julián Centeya, que garabateaba no sé qué en unos papeles, y el periodista Julio Nudler, a quien había conocido porque trabajaba en “La Opinión”. Pichuco llegó con Zita, Paquito y Arturo de la Torre. Nos vio y enseguida se sentó con nosotros, mientras Zita era “raptada” por Nelly Vázquez. Lucía fresco como una lechuga. “Que tapin, parecés un pendejo”, lo elogió Julián. Y Pichuco le contestó: “¿Sabés qué pasa? Mañana es Pascua y tengo que estar lustroso, porque voy a la Chacarita a llevarle flores a mi vieja”.


-Conmigo, aquella noche, no hubo necesidad de presentaciones, el Gordo me conocía bien, mientras Centeya lo hizo con Nudler, fotografiándolo así: “Es joven, pero es ya un mariano caminado”. O sea un tipo válido y capaz. Tanto que años después, especializado en tangos, Nudler escribiría el libro “Tango judío: del gheto a la milonga”. No sé quién tiró en la charla el tema de la Pascua del día siguiente. Y Pichuco nos sorprendió con una reflexión que me tiene aún hoy como sostenedor incondicional: “Yo creo mucho en Dios, pero hay cosas que no las entiendo, la religión dice que Jesús vino para salvar al mundo representado en un cordero, pero después llega Pascua y la gente se los come al asador”. Para rematar: “Con los corderitos habría que hacer como con las vacas en la India, declararlos animal sagrado”.


-Mi impresión es que Pichuco le tenía un poco de miedo a Piazzolla. No le gustaban sus opiniones tajantes, sus críticas contundentes y sin medias tintas, su feroz estilo polémico, su agresividad con colegas que tocaban un tango distinto a cómo él lo concebía. Era fiel a sí mismo, que en su vida atacó a nadie. Pero cuando sus temas y sus arreglos respondían a lo que para su orquesta quería no vaciló en grabarlos. Son 8 los de Piazzolla que forman parte de su discografía, de los cuales 7 fueron grandes éxitos: “Para Lucirse”, “Prepárense”, “Contratiempo”, “Triunfal”, “Lo que Vendrá”, “Adiós Nonino” y “Verano Porteño”.


-Pero hay un octavo, llevado al disco en 1951, que lo avergonzó: se llama “Tanguango” e intentaba ser una mezcla de tango y ritmo afrocubano, incluídos timbales. Algo horrible, y con una grabación todavía peor de Telefunken (TK). Me contó: “Eso no tenía nada ver conmigo, me di cuenta la pata que había metido cuando lo toqué en un baile y la gente no salió a bailar, incluso hubo quienes me silbaron, fue algo que me dolió mucho”. Obviamente, lo canceló de su repertorio.


-Fue un paso en falso de Piazzolla, tal vez el único, ya que el Gato conocía muy bien el estilo de la orquesta de Pichuco. Cuando actuaba en el cabaret Tibidabo, muchas noches Troilo dirigía la primera vuelta de la orquesta y después se rajaba, dejando que ante los parroquianos de rutina la conducción quedase a cargo de Astor. Puede decirse que, así, Piazzolla aprendió a dirigir una orquesta de tango. Haciendo de Troilo.


Bruno Passarelli





ESE MUCHACHO: TROILO - Tango

Música: Enrique Francini

Letra: Homero Expósito



Ese muchacho Troilo...

y su gran juventud hecha de arrugas... 

Como el fueye que duele como él,

Parece un corazón latiendo en las rodillas...


Ese muchacho Troilo...

Para mí que lo hicieron en mi casa

como el pan que la vieja siempre dio,

¡le sobra tanto amor que rompe los bolsillos!


¿Para qué volver a investigar

la bola de cristal, si ya aprendió a vivir?

Y entendió que hay madres que se van,

amigos que no están

y niños que se mueren sin juguetes...


Por eso el gordo Troilo

tiene tantos pecados con razón,

que al lado de Jesús y al lado del ladrón

también ganó su cruz de angustias y de alcohol…

 

 

Goyeneche grabó este tango en 1967 con el Trío Baffa-Berlingieri, 

en 1985 con Carlos Franzetti y en 1994 

con Néstor Marconi y Juanjo Domínguez. 

En las dos últimas añadiendo el prologo "Nocturno de mi barrio", en

la primera declamado por el propio Troilo y en la segunda por el "Polaco". 

 

 

Con el Trío Baffa-Berlingieri en 1965.

 

 

En 1985 con Carlos Franzetti con prólogo de Aníbal Troilo.

 

 

Con Juanjo Domínguez y prólogo, "Nocturno de mi barrio" por el "Polaco"
 
 
 

 

 

 


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