En julio de 1976, el compositor Enrique Cadícamo comentó, en un programa de TV porteño, que el tango “La casita de mis viejos”, de cuya letra es autor, se inspiró en una vivencia que con él había compartido el músico Juan Carlos Cobián, autor de la música de ese tema. Nativo de Pigüé, Cobián se radicó en nuestra ciudad en 1899, a los tres años de edad. De niño estudió en el conservatorio Williams y, siendo adolescente, se mudó a la Capital, para probar suerte con la música ciudadana. Al poco tiempo, se unió al bandoneonista Genaro Espósito, iniciando una destacada carrera.
Autor de (entre otros) la música de El motivo (1914), Los Mareados (1922), Nostalgias (1936) y La casita de mis viejos (1931), Cobián falleció el 10 de diciembre de 1953, a sus 57 años de edad, aunque no fue sino 23 años después que Cadícamo refirió que La casita... se inspiró en una curiosa vivencia de Cobián, quien había dejado pasar casi 20 años para regresar a visitar su casa paterna en Bahía Blanca.
Conocida la historia, un periodista de este diario se apresuró a identificar la histórica vivienda. "Está en Moreno al 300; vecina a un viejo almacén...", le dijeron.
Cuando el hombre llegó al lugar, ya era tarde: la piqueta había borrado, semanas antes, todo vestigio de la casa, para dar lugar a la construcción de un edificio en altura. Tiempo después, se colocó en la vereda una referencia histórica.
"Vuelvo vencido a la casita de mis viejos;/ cada cosa es un recuerdo/ que se agita en mi memoria./ Mis veinte abriles me llevaron lejos;/ locuras juveniles,/ la falta de consejos..."
Cobián representa, junto con Di Sarli, Achával y Marambio Catán, aportes bahienses a la historia grande del tango.
LA CASITA DE MIS VIEJOS - Tango 1932
Música: Juan Carlos Cobián
Letra: Enrique Cadícamo
Barrio tranquilo de mi ayer,
como un triste atardecer,
a tu esquina vuelvo viejo...
Vuelvo más viejo,
la vida me ha cambiado...
en mi cabeza un poco de plata
me ha dejado.
Yo fui viajero del dolor
y en mi andar de soñador
comprendí mi mal de vida,
y cada beso lo borré con una copa,
las mujeres siempre son las que matan la ilusión.
(en un juego de ilusión repartí mi corazón.)
Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos…
locuras juveniles, la falta de consejo.
Hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño,
y al golpear, como un extraño,
me recibe el viejo criado…
Habré cambiado totalmente, que el anciano por la voz
tan sólo me reconoció.
Pobre viejita la encontré
enfermita; yo le hablé
y me miró con unos ojos…
Con esos ojos
nublados por el llanto
como diciéndome porqué tardaste tanto…
Ya nunca más he de partir
y a tu lado he de sentir
el calor de un gran cariño…
Sólo una madre nos perdona en esta vida,
es la única verdad,
es mentira lo demás.
El tango lo grabó el “Polaco” acompañado
por la orquesta de Carlos Franzetti en 1985.
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