La mujer es por excelencia, la musa inspiradora del tango rioplatense. Ella está presente en muchos títulos y letras de este género musical. Algunas de ellas fueron personajes reales y otras solo producto de la imaginación de los poetas.
Entre estas heroínas es posible encontrar un cierto tipo de mujer que se repite en el tiempo y que condensa tanto a la madre como a la mujer que se ha entregado a la “mala vida” ya sea, escapando de la pobreza o por causa de un desengaño amoroso.
Los compositores de la primera mitad del siglo XX, influenciados por la cultura europea y en especial la francesa, incluyeron junto a las musas locales como Malena, María, Milonguita y Margot, otras de la noche parisina como Mimí, Ninón, Manón, Griseta, la rubia Mireya y Madame Ivonne.
Todas sin excepción son biografías y anécdotas dudosas, a punto tal que nunca nadie ha podido asegurar si existieron o no alguna vez, pero su fama ha trascendido los límites de la realidad para convertirlas en auténticos mitos populares. En torno a su triste historia, siempre estará la ciudad como único paisaje y su música como testigo silencioso de su destino.
Enrique Domingo Cadicamo, nació el 15 de julio de 1900, en General Rodríguez en el oeste del Gran Buenos Aires. Como ya sabemos fue un creador de clásicos de nuestro tango, como “Nostalgias”, “Los Mareados”, “Che papusa oi”, “Muñeca Brava” y “Madame Ivonne”.
Cuenta alguna historia que en uno de los viajes que Cadicamo realizó a París, un músico que andaba por allí le contó la aventura de un porteño que disfrutaba gastando su dinero en las noches parisinas, hasta que una noche conoció a una chica muy linda que por las mañanas animaba fiestas infantiles haciéndose llamar Mademoiselle Ivonne (señorita Ivonne) y por las noches generalmente animaba fiestas para adultos.…
Este porteño que provenía de una familia ganadera enriquecida y aparentemente muy conocida en Buenos Aires se enamoró de Ivonne y le propuso matrimonio y un futuro afianzado. Madame Ivonne no dudó en aceptar y prontamente viajaron a nuestro país y fueron a vivir a una de sus estancias.
En poco tiempo el marido pretendía tener una mujer que se ocupara de la organización de la casa, que le cocinara y atiendiera sus cosas, pero realmente Ivonne no estaba preparada, y mucho menos le interesaba prepararse, por lo cual como era de esperar el matrimonio terminó en la separación.
Algunos años después los clientes de un Cabaret aseguraban que Ivonne terminó su vida relativamente joven, pero adicta al alcohol y a las noches de diversión.
En cambio, al autor de su música, Eduardo Pereyra, la inspiración le vino por otro lado. A comienzos de la década de 1960, éste le contaba a Ernesto Segovia (seudónimo de León Benarós), para la revista Tanguera, que la tal Ivonne no era la protagonista de la romántica historia pensada por Enrique Cadícamo, sino la administradora de una pensión en Montevideo.
«El tango “Madame Ivonne”, decía el Chon Pereyra, está inspirado en la Rapsodia Nº 2 de Liszt (...) cuando compuse “Madame lvonne” utilicé el primer compás de la rapsodia. Después, ya me aparto y hago lo mío, algo que está de acuerdo con aquel comienzo. Yo hice primeramente la música, a la que luego Enrique Cadícamo le puso letra. La gente cree que inevitablemente debe haber una mujer de por medio en composiciones como esta. No hay tal cosa. En realidad hubo, sí, una mujer, pero no con el sentido que casi todos imaginan. La mujer del tango no fue un viejo amor mío sino, sencillamente, la que me cobraba la pensión en Montevideo».
Inmediatamente, Pereyra aclara: «Vivía yo en una pensión, en la calle Ciudadela al 1400 y pico. La dueña era una señora francesa, de nombre Louise, y la administradora, también una francesa, de nombre, precisamente, Ivonne. Una desdichada infección en un dedo me impedía entonces dedicarme a mi trabajo y mientras, Ivonne, estaba alarmada y como era su deber, me reclamaba, con insistencia el pago de la pensión.
«En mi interior, yo deseaba hacerle un homenaje a esa buena señora Ivonne, que tan bien se había portado conmigo y tanta paciencia había demostrado para esperar el pago de la pensión, que no llegaba nunca».
El homenaje, desde ya, fue el tango “Madame Ivonne”, al que Cadícamo adaptó versos en Buenos Aires.
Madame Ivonne, sería el último tango que Gardel grabara en Buenos Aires. Lo hizo el 6 de noviembre de 1933 y el 7 se embarcó en el transatlántico Conte Biancamano, (Gardel tenia preferencia por las embarcaciones italianas por su confort) para viajar a Francia y de allí a Nueva York, ciudad a la que llegaría el 22 de diciembre de 1933.
MADAME IVONNE - Tango 1933
Música: Eduardo Pereyra
Letra: Enrique Cadícamo
Mamuasel Ivonne era una pebeta
que en el barrio posta de viejo Montmartre,
con su pinta brava de alegre griseta
animó la fiesta de Les Quatre Arts.
Era la papusa del barrio latino
que supo a los puntos del verso inspirar...
Pero fue que un día llego un argentino
y a la francesita la hizo suspirar.
Madame Ivonne,
la Cruz del Sur fue como el sino,
Madame Ivonne,
fue como el sino de tu suerte...
Alondra gris,
tu dolor me conmueve,
tu pena es de nieve…
Madame Ivonne…
Han pasado diez años que zarpó de Francia,
Mamuasel Ivonne hoy solo es Madam…
La que va a ver que todo quedó en la distancia
con ojos muy tristes bebe su champán.
Ya no es la papusa del Barrio Latino,
ya no es la mistonga florcita de lis,
ya nada le queda… Ni aquel argentino
que entre tango y mate la alzó de París.
El "Polaco" lo grabó en 1966 acompañado
de la orquesta de Armando Pontier.
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