El título es uno de los grandes hallazgos de este poema. Tiene sonoridad, sugestión y color. Novelas policiales, ensayos, revistas literarias, documentales, “plagiaron” y honraron este logro poético de Cátulo Castillo. “Tinta roja” se escribió en 1941. La música es de Sebastián Piana, el hombre que acompañó, por ejemplo, a Homero Manzi en memorables milongas como “Milonga sentimental”, o en temas como “Viejo ciego”, “Pena Mulata”, o ese extraordinario poema que se llama “El Pescante”.
“Tinta roja” fue estrenado por la orquesta de Aníbal Troilo y la voz de Francisco Fiorentino. Después llegaron muchos más. Merece mencionarse a Jorge Valdez, Roberto Goyeneche, Rubén Juárez, Adriana Varela o Susana Rinaldi.
Pensemos en los detalles del tango. La consistencia de ese paredón que es algo más que una pila de ladrillos viejos, la “tinta roja” cargada de múltiples significados, el contraste entre los colores, en este caso entre el gris, el rojo y el negro. Y la nostalgia, la evocación de un pasado íntimo, que es a su vez exclusivo e irrecuperable.
“Tu emoción de ladrillo feliz
sobre mi callejón
con un borrón
pintó la esquina
y el botón/ que en lo ancho de la noche
puso el filo de la ronda
como un broche”.
Versos cortos, que impactan por el sonido de las palabras y la visibilidad de las imágenes.
“Y aquel buzón carmín/
y aquel fondín/
donde lloraba el tano/
su rubio amor lejano/
que mojaba con bon vin”.
Versos cortos, cortantes, palabras que se repiten como una oración, como si el protagonista se dejara llevar por palabras que le llegan desde algún lugar de su memoria, sin importar su hilación lógica, su significado convencional. ¿Como en los poemas? Exactamente, como en los poemas.
Presten atención en la insistencia en los colores, en las insinuaciones y las sugerencias. La esquina está pintada con un borrón, el buzón es carmín, el amor es rubio. Y la mención al vino, cuyo color está en sintonía con los colores nombrados. Los versos de la última estrofa insisten en la misma línea y son de una notable coherencia poética:
“Paredón
tinta roja en el gris del ayer
borbotón de mi sangre infeliz
que vertí en el malvón
de aquel balcón que la escondía.
Yo no sé si fue el negro de mis penas
mi sangría.
¿Por qué llegó y se fue
tras el carmín/ y el gris fondín lejano
donde lloraba el tano
sus nostalgias de bon vin.
Un poema se construye con detalles. No es una explicación y muchas veces lo más importante es lo que se sugiere, aquello que se insinúa sin necesidad de más palabras. Las penas son negras, el fondín es gris y las referencias a la sangría y el carmín. El juego de colores es deliberado y discreto, como también es discreta y, si se quiere, pudorosa, la nostalgia, el recuerdo de ese tiempo que se fue para siempre y, como en los sueños, sólo recordamos objetos, colores que, por supuesto, están cargados de sentidos, de significados.
El estribillo merece una especial atención:
“¿Dónde estará mi arrabal?/
¿Quién se llevó mi niñez?/
¿En qué rincón luna mía/
volcás como entonces tu clara alegría?/
Veredas que yo pisé/
malevos que ya no son/
bajo tu cielo de raso/
trasnocha un pedazo de mi corazón”.
Las tres primeras preguntas son las que desvelan a los poetas, a los filósofos y a los hombres de todos los tiempos. Castillo las repite, pero con tono de tango: el pasado es el arrabal, la memoria es la niñez y el rincón tiene el tono de la luna y su limpia alegría.
La mención a la vereda, a los malevos, al propio arrabal es una constante de nuestros grandes poetas, desde Homero Manzi a Jorge Luis Borges. Como todo creador, Cátulo Castillo posee sus obsesiones y la búsqueda de las palabras exactas que la expresen. Pienso en “La última curda”, su máxima creación, en “El último farol”, en “María” o en ese sensible homenaje a Manzi, titulado “A Homero”. “Tinta roja” perfecciona, agota sus posibilidades, búsquedas, que tal vez no pudo concretar en plenitud en “Caserón de tejas” o en “Patio mío”.
Manuel Adet.
Yoli Fidanza también comentaría en la Revista Club de Tango (Nº 9 mayo 1994):
”El ayer tiene ese color... Seres y cosas del pasado confundidas en la niebla del tiempo, casi perdidas, hasta que algo sucede, una nostalgia, una voz, una presencia atraen al recuerdo y el pasado se sitúa frente a la mirada interior en una escenografía intemporal e ilusoria. Los sentimientos envueltos en una atmósfera gris se iluminan con el color de la vida… Cátulo Castillo pone en boca del protagonista de su tango, todo el dolor de la añoranza, todas las preguntas comunes al hombre, la infancia perdida, los sueños, la identidad que un barrio presta…Es angustia el tiempo dónde quedó atrapada la inocencia, es angustia existencial y es búsqueda del sentido de la vida”.
TINTA ROJA - Tango 1941
Música: Sebastián Piana
Letra: Cátulo Castillo
Paredón,
tinta roja en el gris
del ayer...
Tu emoción
de ladrillo feliz
sobre mi callejón
con un borrón
pintó la esquina...
Y al botón
que en el ancho de la noche
puso el filo de la ronda
como un broche...
Y aquel buzón carmín,
y aquel fondín
donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que mojaba con bon vin.
¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son,
bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.
Paredón
tinta roja en el gris
del ayer...
Borbotón
de mi sangre infeliz
que vertí en el malvón
de aquel balcón
que la escondía...
Yo no sé
si fue negro de mis penas
o fue rojo de tus venas
mi sangría...
Por qué llegó y se fue
tras del carmín y el gris,
fondín lejano
donde lloraba un tano
sus nostalgias de bon vin.
Roberto Goyeneche grabaría "Tinta roja" en abril de 1971 junto a Aníbal Troilo.
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