"Viejo smoking" es un tango con letra de Celedonio Esteban Flores y música de Guillermo Barbieri compuesto en 1930 que integró el repertorio de, entre otros, Carlos Gardel y Roberto Goyeneche.
La letra del tango está estructurada como un parlamento en que el cantor se dirige a su viejo smoking y desde la frase inicial -“Campaneá como el cotorro va quedando despoblado”- hace referencia a su mala situación actual en comparación con la buena época pasada. Guillermo García escribió sobre las letras de tango en general que “La ciudad con sus lujos, sus brillos, sus falsas promesas de bienestar y ascenso social, seduce, aparta del recto camino, atrae hacia la perdición y el olvido del origen situado en el suburbio que, igual a una madre, siempre espera dispuesto a perdonar el error. En esos ámbitos 'periféricos' perviven, aunque más no sea en forma de recuerdos, los valores tradicionales que la modernidad tiende a matar y que vuelven a cobrar cuerpo a través de la representación nostálgica de ciertos lugares y acontecimientos eminentemente emblemáticos” agregando que a veces esto se hace a través de la referencia a objetos concretos como, por ejemplo, el viejo smoking. José Gobello escribió que esta letra era “una de las más bellas” escritas por Celedonio Flores y Carlos Mina señaló el papel de “símbolo de un pasado mejor” que cumple la prenda en esta letra.
Por su parte Carlos A. Gadea dice que en el tango “el amor parecía emerger como un lujo, casi inaccesible por las desventuras del medio. Las ilusiones y los sueños no podían vencer el paso del tiempo, que a todo parecía transformar en “descolado mueble viejo”, o en la nostalgia que la voz de Carlos Gardel se hacía aún más sentida en “Viejo smoking”: “Yo no siento la tristeza de saberme derrotado y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor; no me arrepiento del vento ni los años que he tirado pero lloro al verme sólo, sin amigos, sin amor, sin una mano que venga a llevarme una parada, sin una mujer que alegre el resto de mi vivir. Vas a ver que un día de estos te voy a poner de almohada y tirado en la catrera te voy a dejar morir”.
Se trata de un tango señero que fue una pintura de la época porque en sus estrofas encierra logros, frustraciones, anhelos y una especie de fotografía donde se concentran las mieles y las miserias de aquellos tiempos. Carlos Gardel fue el primero en grabarlo en 1930 y muchos años después, en 1952, hicieron lo propio Juan D’Arienzo con la voz de Armando Laborde y Francini-Pontier con Julio Sosa. En 1955 lo registraron Francisco Rotundo con el vocalista Carlos Roldán y en 1978 Roberto Goyeneche acompañado por la orquesta de Raul Garello presentó una versión sobresaliente.
Corría 1931 cuando Eduardo Morera, amigo de Gardel y director de cine, elaboró un cortometraje que tituló Viejo smoking, con el Zorzal como figura principal acompañado por Inés Murray y Pedro Marín. Salvo por la voz de Gardel, un film olvidable cuyo único valor -refieren los críticos- radicaba en que fue uno de los primeros que se filmó con sonido.
Viejo smoking es sin dudas simple y sencillo. El personaje le habla a un imaginario interlocutor en el tiempo presente de un hombre mayor y derrotado, que evoca un esplendor que no volverá. El lunfardo aparece sobrio: “Y manya este pobre mozo, como ha perdido el estado, amargado, pobre y flaco como perro de botón”. Luego, la casa de empeño que se devora las escasas pertenencias del personaje, la catrera compadreando sin colchón y la mala racha. Es cuando se terminan las metáforas y aparece el principal, el más querido de los protagonistas: el smoking que se confunde con el sueño, “un sueño del que nunca me vengan a despertar.
En la mitología tanguera esa prenda se identifica con la distinción, la categoría social y el éxito tanto diurno como nocturno. La pilcha es la noche, la fiesta, el local nocturno, la boite, el cabaret y los grandes salones de la alta sociedad. El smoking, que se mimetiza con el éxito, ha ganado prestigio con golpes de audacia, descaro y coraje. El personaje del tango no es de clase alta, un play boy o un niño bien, sino un reo que merced a su pinta y su chamuyo, logró ser aceptado en los clubes y otros lugares elegantes. El segundo estribillo reafirma imágenes anteriores: “Viejo smoking cuantas veces la milonguera más papa, el brillo de tus solapas de estuque y carmín manchó y en mis desplantes de guapo, cuántos llantos te mojaron, cuántos taitas envidiaron mi fama de gigoló”. Se desprende que el único testigo, el único cómplice de sus hazañas es el smoking, sobreviviente de todas las penurias, el que ha contemplado su decadencia. Como objeto mítico, la prenda está concebida como un símbolo y un sueño.
Demasiado profunda es la intuición poética de Celedonio Flores, de manera especial en los dos versos finales, cuando dice “Vas a ver que un día de estos te voy a poner de almohada, y tirado en la catrera me voy a dejar morir”. El viejo smoking, allí, asume su perfil definitivo. Más allá del lamento del hombre vencido, ¿por qué no pensar que la letra de este tango no es otra cosa que la metáfora del argentino o de los argentinos que lloramos las glorias pasadas y no podemos renunciar a nuestro fracaso?. Viejo smoking no es el lamento del cornudo; es el lamento del argentino decadente que aspira a una grandeza que nunca supo conquistar con su propio esfuerzo, y sumergido en el fracaso, añora con nostalgia.
VIEJO SMOKING - Tango 1930
Música: Guillermo Barbieri
Letra: Celedonio Flores
Campaneá cómo el cotorro va quedando despoblado
todo el lujo es la catrera compadreando sin colchón
y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado,
amargado, pobre y flaco como perro de botón.
Poco a poco todo ha ido de cabeza p'al empeño
se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar...
Sólo vos te vas salvando porque pa' mi sos un sueño
del que quiera Dios que nunca me vengan a despertar.
Viejo smoking de los tiempos
en que yo también tallaba...
¡Cuánta papusa garaba
en tus solapas lloró!
Solapas que con su brillo
parece que encandilaban
y que donde iba sentaban
mi fama de gigoló.
Yo no siento la tristeza de saberme derrotado
y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor;
no me arrepiento del vento ni los años que he tirado,
pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor;
sin una mano que venga a llevarme una parada,
sin una mujer que alegre el resto de mi vivir...
¡Vas a ver que un día de éstos te voy a poner de almohada
y, tirao en la catrera, me voy a dejar morir!
Viejo smoking, cuántas veces
la milonguera más papa
el brillo de tu solapa
de estuque y carmín manchó
y en mis desplantes de guapo
¡cuántos llantos te mojaron!
¡cuántos taitas envidiaron
mi fama de gigoló!
El “Polaco lo grabó en 1978 con el acompañamiento de la orquesta de Raúl Garello.
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