Las palabras "arrabal" y "arrabalero" entraron en el tango en 1919 de la mano de un poeta, Celedonio Flores, y salieron en los años de 1940 de la mano de otro poeta, Homero Manzi. Fueron 30 años en los que la geografía urbana fue uno de los temas principales de las letras de tango.
"Arrabal" es una palabra castellana de origen árabe. No es el latino "suburbio"(sub-urbis), que supone una organización territorial, ni el medieval "extramuros", que implica por oposición una ciudad amurallada, ajena a la tradición americana. Es un ser de la ciudad fuera de sí, un derrame de su substancia que forma un frente impreciso sobre la campaña. El arrabal se define más en el tiempo que en el espacio: es el crecer de una ciudad..
Y Buenos Aires es una ciudad que ha crecido continuamente, desde la "gran aldea" de 180 mil habitantes del 1870 hasta la megalópolis de más de quince millones y medio del 2010. En los momentos críticos de su expansión (que coinciden con los del nacimiento, los de la afirmación y los del auge del tango) tenía más arrabal que ciudad, más margen expansivo que centro. Esto no significa que el arrabal haya sido la cuna o el territorio exclusivo del tango. La imagen que figura un tango centrípeto, que desde el borde extremo de la ciudad conquista el centro, es solo una metáfora del éxito en sociedad.
"Arrabal", como "orilla" y "orillero", que es su forma peyorativa, tiene una fuerte carga social; el afuera que implica es un "abajo", y el centro al que se opone es un "arriba", en una sociedad que mal tolera las metáforas verticales (casi todos los argentinos se califican a sí mismos como clase media).
A veces la figuración contradictoria recorre la misma letra de tango, como si el autor no se percatara de la simultánea representación celestial e infernal, como puede suceder en el tango que ahora nos ocupa, escrito por Alfredo Le Pera:
"Arrabal amargo metido en mi vida
como la condena de una maldición..."
y todavía...
"...tu barro y miserias...
" cargando las tintas "
...Y ahora vencido arrastro mi alma,
clavado a tus calles igual que a una cruz".
Pero, en cambio, después en el mismo tango:
"Rinconcito arrabalero con el toldo de estrellas
de tu patio que quiero..." y hacia el final
"...mi blanca casita y el lindo rosal".
Y cómo de nuevo alivia sus penas
vestido de fiesta mi viejo arrabal".
O sea que el arrabal de Le Pera es tan espantoso que puede marcar una vida entera "como la condena de una maldición", y al mismo tiempo tan hermoso que puede ser recordado con nostalgia. Diversos señales hacen sospechar que tan feo no debía ser: presumiblemente el protagonista vivía en un barrio de calles a cuadrícula sin pavimentar, con casitas blancas y jardines cuidados, como había tantos en Buenos Aires. ¿En qué consiste entonces la condena? Probablemente en el haber nacido pobre, en la cultura nº 2, y encontrarse toda la vida reconocido como pobre, y por lo tanto excluido de los ambientes que cuentan, por la manera de hablar y de vestirse, por las infinitas marcas de reconocimiento que una sociedad dicotómica usa para diferenciar sujetos que conviven en la misma ciudad.
ARRABAL AMARGO - Tango 1935
Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera
Arrabal amargo,
metido en mi vida,
como la condena
de una maldición.
Tus sombras torturan
mis horas sin sueño,
tu noche se encierra
en mi corazón.
Con ella a mi lado
no vi tus tristezas,
tu barro y miserias,
ella era mi luz.
Y ahora, vencido,
arrastro mi alma,
clavao a tus calles
igual que a una cruz.
Rinconcito arrabalero,
con el toldo de estrellas
de tu patio que quiero.
Todo, todo se ilumina,
cuando ella vuelve a verte
y mis viejas madreselvas
están en flor para quererte.
Como una nube que pasa
mis ensueños se van,
se van, no vuelven más.
No digas a nadie
que ya no me quieres.
Si a mí me preguntan
diré que vendrás.
Y así cuando vuelvas,
mi alma, te juro,
los ojos extraños
no se asombrarán.
Verás cómo todo
te esperaba ansioso:
mi blanca casita
y el viejo rosal...
Y cómo de nuevo
alivia sus penas
vestido de fiesta
mi viejo arrabal.
Roberto Goyeneche lo grabaría en 1968 acompañado
por la orquesta de Armando Pontier.
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