Bachicha fue uno de los pioneros del tango en París. Había tocado en la orquesta de Roberto Firpo en Buenos Aires, y en 1922 viajó a España integrando la compañía teatral de Enrique Muiño y Elías Alippi. Poco después fue a París formando, junto al violinista Eduardo Bianco, una orquesta de tangos que logró gran fama. Bachicha se llamaba realmente Juan Bautista Deambroggio, era del barrio de la Boca y alternaba su profesión de bandoneonista con otra en la que también utilizaba un fuelle, pero de distinto tipo: era herrero.
Cuando se disolvió la orquesta Bianco-Bachicha, y mientras el primero se convertía en una suerte de Marco Polo del tango, Bachicha se quedó en Montparnasse. Alguna vez volvió a Buenos Aires, pero fue fugazmente, ya que le reclamaba su mundo de París. Sus hijos, también músicos, tocaron con él. Murió en París el 28 de noviembre de 1963, todavía en actividad, ya que se hallaba actuando con su orquesta en La Coupole. Compuso muchos tangos, como “Buena pinta”, “Renacimiento”, “Avellaneda”, “Montparnasse”, “Oración”, “Quebracho”, aunque el más recordado es “Bandoneón arrabalero”.
Según cuenta Enrique Cadícamo en La historia del tango en París, esta obra no sería de Bachicha sino de Horacio Pettorossi. Este es el relato de Cadícamo: «Al año (1925) de hallarse Pettorossi actuando en la orquesta de Bianco-Bachicha, realizó con el segundo de ellos un negocio no muy recomendable para los autores. El joven guitarrista era un inspirado autor de tangos y una madrugada, cuando ya se habían retirado los habitués y el Palermo comenzaba a levantar las mesas y a cerrar sus puertas, esperó a que terminaran sus compañeros de orquesta de enfundar sus instrumentos hasta emprender la retirada, le propuso al bueno de Bachicha que le escuchara un tango recientemente compuesto por él. Bachicha, extenuado por las horas de tarea, complaciéndole el deseo, se dispuso a escucharlo. El autor comenzó a hacerle escuchar en su guitarra un tema de inspirada línea melódica que despertó sincera admiración en su oyente. Al terminar de ejecutarlo, Pettorossi le preguntó:
—¿Qué te pareció?...
—¡Muy inspirado, te felicito!...
—respondió Bachicha dándole a entender con un enorme bostezo que era hora de irse a dormir.
Pettorossi le respondió a boca de jarro:
—Mil francos...
—¿Qué cosa?... preguntó sorprendido Bachicha.
—Te lo vendo... Esta noche o nunca...
—dijo sonriendo el guitarrista.
«Bachicha creyendo sacar de un imperioso apuro al bohemio sacó los mil francos y sin darle mayor importancia al préstamo, se lo ofreció gentilmente, pero el guitarrista, sabiendo que no era de los que tenían buena memoria para saldar deudas, desistió del ofrecimiento y repitió inflexible: —Nada de deudas... Vengan los mil...
«Mediante esa suma, la obra “Bandoneón arrabalero”, tal era su título, cambió de dueño. Operación cumplida. Hallándose Pascual Contursi, el inspirado vate de paso por París, Bachicha le hizo adaptar los versos y el tango fue mandado a imprimir».
Hasta aquí el relato de Enrique Cadícamo. Digamos ahora que Pascual Contursi, el creador del tango canción con las características sentimentales que hoy le conocemos, había viajado en 1921 a París y luego volvió en 1927, seguramente época de la anécdota referida aunque Cadícamo la ubica dos años antes. El poeta tanguero perdió la razón, afectado por la sífilis (regresó a Buenos Aires en 1930, siendo internado hasta su muerte). En París, los síntomas de su locura se agudizan, potenciados por el exceso de bebida y la carencia de cuidados médicos y afectivos. Solía encerrarse en su hotel con un teatrito de juguete, y recortando figuras de las revistas, imaginaba nuevas obras teatrales. Una noche en que nevaba copiosamente se apareció ante sus amigos con la indumentaria veraniega de moda: el palm beach. Dejando en París sus últimos versos exitosos, los de “Bandoneón arrabalero”, es embarcado a Buenos Aires sin que supiera que lo estaban repatriando.
París devolvía al creador de la canción tanguera envuelto en las penumbras de la locura. "Bandoneón arrabalero" fue uno de los éxitos en París de la orquesta Bianco-Bachicha. Este último, que fue quien figuró como compositor, tuvo un bello gesto: dedicó el tango «al celebrado compositor y mejor amigo Horacio G. Pettorossi».
Este tango registra versiones memorables. En Europa, la orquesta Bianco-Bachicha lo da a conocer con la voz de José Cohan y, entre las grabaciones que se realizaron cerca de la época del estreno, mencionemos la de Francisco Canaro cantando Charlo, la de Carlos Gardel con sus guitarristas y la del Trío Argentino Irusta-Fugazot-Demare, cantando Fugazot. En épocas posteriores lo cantaron para el disco, entre otros, Roberto Goyeneche con Aníbal Troilo y luego, en 1967, con Baffa-Berlingieri, Ángel Vargas con la orquesta de Eduardo Del Piano, Agustín Irusta, Floreal Ruiz con Francisco Rotundo, Libertad Lamarque, Nelly Vázquez con el quinteto de Astor Piazzolla y Edmundo Rivero con Horacio Salgán.
Milva realizó en Italia una curiosa versión con letra adaptada al italiano por Bertini y con otra historia: la de un bandoneonista cantor que tocaba en una plaza y que luego moría, quedando abandonado el bandoneón. Osvaldo Pugliese y Raúl Garello realizaron magníficas versiones sin cantor.
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Extractado el libro Cien tangos fundamentales, de Oscar del Priore
e Irene Amuchástegui, Aguilar, Buenos Aires 1998.
BANDONEÓN ARRABALERO - Tango 1928
Música: Bachicha
Letra: Pascual Contursi
Bandoneón arrabalero
viejo fueye desinflado,
te encontré como un pebete
que la madre abandonó,
en la puerta de un convento,
sin revoque en las paredes,
a la luz de un farolito
que de noche te alumbró.
Bandoneón
porque ves que estoy triste y cantar ya no puedo,
vos sabés
que yo llevo en el alma
marcao un dolor.
Te llevé para mi pieza
te acuné en mi pecho frío...
Yo también abandonado
me encontraba en el bulín...
Has querido consolarme
con tu voz enronquecida
y tus notas doloridas
aumentó mi berretín.
Roberto Goyeneche grabaría este tango en dos ocasiones, primero,
en 1956, con Aníbal Troilo y luego, en 1967, con Baffa-Berlingieri.
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